A veinte años de un fin

Este año 2021, serán 20 años desde que mi generación y yo salimos del colegio. ¿Qué fue lo que comenzó al finalizar la etapa escolar? Sería injusto con nosotros mismos pensar que somos los mismos seres híbridos de hace 20 años. Estamos en constante evolución, y por ende hoy miramos distinto el camino y el horizonte. 25 de abril 2021.

Este año 2021, en el mes de diciembre, serán 20 años desde que mi generación y yo salimos del colegio. Más allá de pensar que parece increíble que ya hayan pasado dos décadas, hablar de un fin siempre implica hablar de un comienzo. ¿Qué fue lo que comenzó al finalizar la etapa escolar?

Por una parte, me retrotraigo a los 17-18 años, e intento recordar cómo me imaginaba en 20 años más, es decir, hoy. ¿Eres hoy lo que soñaste de ti mismo en aquel entonces? ¿Eres una versión mejor? Por mi lado, siempre he tenido dificultad en proyectarme a muchos años más, no porque sienta que voy a morir antes, sino porque percibo que la vida va entregando múltiples posibilidades y opciones en el camino, las cuales somos incapaces de imaginar. Pienso en alternativas altamente positivas. Ha habido ocasiones en que me he propuesto A, B o C para mi futuro próximo, y la vida me ha mostrado D, E y F, y he tomado alguna de estas últimas. Y no me avergüenzo de cambiar de opinión porque no me arrepiento de pensar.

Esto de las proyecciones me lleva a pensar en el diseño metodológico de proyectos, proceso en el cual una de las importantes etapas es la de definir los supuestos para llevar a cabo el propósito del proyecto, los objetivos, las actividades y los resultados. Por ejemplo, se define que el avión con destino desde alguna ciudad de origen despegará a determinada ciudad de destino, a una cierta hora, bajo el supuesto / siempre y cuando, las condiciones climáticas lo permitan. Estoy casi segura que en la vida de nosotros ninguno dibujamos nuestro devenir pensando “siempre y cuando no se produzca una pandemia y no pueda salir de casa por cuarentena”.

Por cierto, la palabra cuarentena apenas la conocíamos, apenas existía dentro de nuestro acervo lingüístico. Puede que incluso la hayamos conocido posteriormente, al hablar del momento en que parimos a nuestros hijos, y el lapso posterior a ese episodio se le denominaba cuarentena.

Es una de las razones por las que me proyecto poco: hay muchos supuestos que no podemos prever, y confío en lo que nos depara la vida. En el qué, el cuándo, y el cómo.

Pienso, también, en que, en mi época escolar, si hubiera tenido la madurez que tengo hoy, no hubiera fallado tanto ayer. Sin embargo, olvidamos que, si ayer no hubiéramos fallado tanto, no tendríamos la madurez que tenemos hoy.

Nuestro yo de hoy, es más sabio que el de ayer. Podrá tener más peso físico, el cabello más blanco, y tal vez la piel más arrugada, pero la experiencia que nos ha dado nuestras casi cuatro décadas, nos ha hecho personas más experimentadas que reaccionan, actúan y deciden con más cautela y prudencia que en la adolescencia. Sería injusto con nosotros mismos pensar que somos los mismos seres híbridos de hace 20 años. Estamos en constante evolución, y por ende hoy miramos distinto el camino y el horizonte.

Varios de nosotros, treintañeros – pero más cerca de los 40 que de los 30, por qué ocultarlo – tenemos hijos pequeños que están iniciando su etapa escolar. ¿En cuántas oportunidades nos hemos visto reflejado en ellos, en sus actitudes y sus temores, se ha hecho el espejo de nuestro ser 30 años atrás? Me ocurre a menudo con mi hijo mayor, y pienso que es una forma mágica no solo de entender y aceptar mejor a nuestros hijos, sino también a nosotros mismos, perdonarnos y reconciliarnos con aquellas características de nuestra personalidad que cuántas batallas internas nos costó limar esas asperezas. El resultado de esos triunfos no solo son una mirada más serena, con más fuerza y más determinación, una sonrisa más prístina, más distancia y humor frente a las dificultades, y una mayor satisfacción y alegría con la vida, sino que cuestan las canas y kilos de más. ¡Pero qué importan! Si lo que hay detrás de estas “cicatrices” es de un valor infinitamente más sustancial.

Reflexionar sobre el hecho que somos personas distintas a lo que éramos el año pasado, hace una década o hace dos, me lleva a una pregunta que se ha vuelto recurrente en las entrevistas de trabajo: “qué hubieras hecho distinto en tu trabajo anterior”. Más allá del contexto laboral, el cuestionamiento me parece interesante y generoso, ya que abre la oportunidad de decirnos “si me encontrara en aquella situación de ayer, pero con lo aprendido hasta hoy, actuaría de esta nueva forma”.

¿Eres hoy más tolerante, más paciente, menos impulsivo, o menos irritable? Tampoco creo justo condenarnos por eso que se resiste en nuestro interior.

No podemos cambiar el pasado, por mucho que haya habido intentos, en todo el mundo, de viajar en el tiempo, pero sí podemos ser mejor de lo que fuimos, aprender de nuestros errores y también de nuestros aciertos, y delinear nuestro futuro a partir de nuestro presente.

El paso de los años nos regala, además, la capacidad de poner cada cosa en su lugar, cada payaso en su circo, cada reina en su trono, y entregar el valor a las cosas, personas, y situaciones, que realmente merecen, ni más, ni menos. Ya no me importa si no me baño todos los días, ni el qué dirán:

Si decido trabajar y ser madre, o dedicarme al cuidado total de los hijos y de la casa;

La comuna, ciudad, o país donde vivo;

Si estudio lo que mi familia quiere para mí, o lo que realmente me apasiona, aunque sea menos rentable;

Si elijo vivir una vida soltera, o una vida bohémica;

Y que mi hijo me diga que soy la mamá más linda del mundo, o un sincero “te amo” de mi marido, o visitar a tus padres aún vivos y poder aprender, en vida, de aquella persona mayor que más sabe por viejo que por diablo, es invaluable. Que el café o el té se hayan enfriado, importa nada, pero tomarlo en buena compañía bajo una buena conversa, lo vuelve el mejor. (¡Más ahora en que cuanto se anhelan los cafés no virtuales!)

Pensar en 20 años atrás, me hace pensar en cuando hace 20 años atrás pensaba en 20 años atrás. ¡Y eso sí que era una eternidad! Me pregunto cuál será el mecanismo neurológico o emocional para que nuestros primeros años parecieran transcurrir en cámara lenta, y mientras avanzamos en edad, el mismo tiempo se ha apresurado de manera exponencial. Entre los 5 y los 25 años, este es mucho más lento que el de los 17 a los 37. Recuerdo cuando hace 5 años, celebramos los 15 años de la salida del colegio, y uno de mis compañeros señaló que estábamos llegando al punto de inflexión, en el cual íbamos a comenzar a contar más años fuera del colegio que dentro de él, y esos últimos 15 parecieran haber sido una serie de imágenes aceleradas.

Y a los 5 años, ¿qué imaginabas de ti mismo en tus futuros 25 años de edad? Probablemente, el futuro era más cercano, y nuestra proyección no llegaba tan lejos. Pero si así hubiera sido, o al pensarte como adolescente, ¿cómo eras? ¿fuiste el adolescente que te imaginaste cuando eras niño? Pero más aún, ¿eres hoy el adulto que te soñaste de pequeño, y que necesitaste de cuando eras un niño? Y ahora, ¿eres capaz de imaginarte a los 60 años? ¿Cómo te sueñas a ti mismo, con más años en el cuerpo?

Entonces, ¿qué terminó hace 20 años, y qué se inició? No solo el fin de la fase escolar ni la puerta de entrada a nuevos escenarios, sino también el portal a nuevos y mejores “yo”, dentro de cada uno de esos escolares que se difuminaban.

Comentarios

Zadia

26.04.2021 15:21

Esto es algo sobre lo que he reflexionado harto últimamente y si bien, siempre estoy proyectando intenciones, el cambio variable siempre me juega bromas o me allana la ruta, asi que me dejo llevar..

Gabriel Quintana

26.04.2021 14:49

Me quede a la mitad....quería decir la mirada a lo nuevo y desconocido como la cuarentena o pandemia, muy bien Karin..

Gabriel Quintana

26.04.2021 14:47

Me gusto demasiado tu retrospectiva y también la mitada

Comentarios recientes

23.09 | 01:53

Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍

Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!

23.09 | 01:38

23.09 | 01:01

Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!

Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!

22.09 | 23:36

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