Esta columna se constituye como la segunda parte de la Amigdalitis de la Presencialidad. "Me alegra y reconforta darnos cuenta que la presencia es irremplazable. Ya no dudo de ello, como lo dudé cuando escribía la amigdalitis...". 14 de enero 2021.
Hace algunos meses escribí sobre la amigdalitis de la presencialidad, reflexión que ha producido bastante eco entre los lectores.
Un eco similar al que sonaba las primeras veces que nos comunicamos por pantalla al inicio de la pandemia y la cuarentena. Ese sonido agudo que retumbó no solamente en el notebook sino también en nuestros espacios más profundos que fueron abruptamente invadidos por este eco. Eco en los oídos, en los ojos, en las manos que teclean, en la muralla del hogar, y en la lámpara que lo ilumina.
Mientras escribía aquella reflexión, dudé francamente de que la presencia fuera irremplazable. Porque no solo retumbaba el eco de la pantalla, sino el reflejo de la imagen de nosotros mismos, una especie de espejo propio constante. Por cierto, el 4 de octubre del año 2020, la prensa publicó un estudio que revelaba que los chilenos somos los latinoamericanos que más encienden la cámara en reuniones virtuales. Me pregunto si la motivación es de que nos vean, o de vernos a nosotros mismos.
Sin embargo, hoy ese eco ha generado un zumbido agudo, que se ha ido volviendo crónico, y nuestra imagen se ha ido ahogando en sí misma. El Eco de la ninfa resuena, a lo lejos, en el silencio, como un mal recuerdo, y Narciso se absorbe en su reflejo, en el lago de la pantalla.
Pero, por sobre todo, el eco y el reflejo han traído de vuelta la nostalgia de la presencia.
De esa conversación espontánea en los pasillos, que permitió generar un acuerdo pendiente.
De una broma inofensiva que causó una risa inesperada.
De un café dulce y amargo, bebido en una tertulia matutina y espontánea con el colega.
Del espacio físico compartido, ya sea el de una oficina, un almacén, la calle, o el metro.
De ese encuentro inesperado en un ascensor, en una entrada, o en un trayecto.
De la espontaneidad, de la cual tanto carece la pantalla.
¿No era que las reuniones virtuales eran tan eficientes, productivas, incluso agradables y entretenidas? Sí, lo son. Pero la espontaneidad es aún más amena.
No obstante, solo hoy, después de tantos, tantísimos días de pantalla, podemos apreciar su valor y sentir nostalgia de ella. Nostalgia de estar presentes de verdad, físicamente, y del lazo que genera el mundo compartido dado por la espontaneidad de la presencia. Esa que no está incluida en la virtualidad.
Solo hoy, no antes, podemos ver las bondades de la presencia, así como en los inicios fueron más evidentes las ventajas de la pantalla. De pronto, aunque efímeros, pudieron regresar los encuentros presenciales. Posterior a ellos he escuchado comentar “no es lo mismo vernos en persona que juntarnos virtualmente”, “es distinto lo que captamos in situ que por pantalla”, con un aire de lamento. Yo a ello respondo “¡qué bueno!” Porque me alegra y reconforta darnos cuenta que la presencia es irremplazable. Ya no dudo de ello, como lo dudé cuando escribía la amigdalitis de la presencialidad.
Y hoy, después de tantos, tantísimos meses de cuarentena, Narciso se desvanece en su propio reflejo, y la ninfa se esfuma en su propio Eco.
Hoy, ya no suena el eco de la pantalla, sino el eco de la presencia. Las pantallas han ingresado y se han instalado en nuestro hogar, permeando nuestro ambiente y nuestro estado anímico, pero no han podido permear los vínculos que solo la presencia permite establecer y robustecer, el estar en un mismo tiempo y en un mismo lugar, y crear historia y recuerdos dentro de aquel horizonte compartido.
Después de tantísimos días de cuarentena, pudimos sentir la presencia de la ausencia, y el eco que hoy produce la ausencia de la presencia.
Lea
18.01.2021 22:20
Excelente columna Karin! Y da harto que pensar. Tal vez necesitábamos un remezón como el que tuvimos para darnos cuenta y apreciar lo importante que es la presencia física y no darla por garantizada.
Marcela Aracena
18.01.2021 21:33
me encanto,
Cote
17.01.2021 14:24
Que interesante el estudio en el cual los chilenos somos los que más prendemos la cámara! Me hace mucho sentido el articulo
Raul
17.01.2021 03:47
Me hace mucho eco lo que planteas. La presencialidad en sus 5 sentidos es insustituible.
Javiera
16.01.2021 19:10
Ay, cuanto sentido tiene esto para mi. De hecho, de las primeras experiencias presenciales fue contigo y se sintió muy fuerte la sensación de que la presencialidad era insustituible. Abrazos
Fran
15.01.2021 18:53
Sí que se siente la presencia de la ausencia Karin.
A pesar de todo ha sido en la virtualidad que te he conocido a ti y al equipo y eso se ha sentido muy cálido :)
Manuel
15.01.2021 15:16
Gracias Karin por recordarnos la importancia de la presencia que surge enriquecida y revalidada desde tanta virtualidad.
Carolina Krell
14.01.2021 14:18
Que linda columna, me hace todo sentido. Cuánto extraño los abrazos y la presencia.
Comentarios recientes
23.09 | 01:53
Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍
Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!
23.09 | 01:38
23.09 | 01:01
Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!
Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!
22.09 | 23:36
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El Diario de Karin
Escritos de Karin Froimovich, un Trayecto, un Camino