La cara oculta de la luna...

y de las personas

Me pregunto si lo que admiramos de la luna es lo que se ve, o su cara oculta: ese misterio que intriga y cuyo develar se nos vuelve atractivo, eso que se vuelve sugerente y seductor para la imaginación.




Durante las vacaciones escolares de invierno, visitamos el “museo de la luna”. En él, pude aprender y recordar diferentes características de este satélite. Uno de ellos es que siempre nos muestra una sola cara, manteniendo una faceta sin exponer. La cara oculta de la luna. Sea en el sitio que sea de la Tierra en el cual estemos – alguno de los continentes, los océanos, mares, islas, o polos árticos -, solo es posible ver una sola de sus faces.


Y así orbita, equilibrada, en torno a la Tierra. Entre ambas han logrado sincronizar en un ritmo propio que dialoga constante. No se han identificado momentos en que la luna dé señales de revelar su dorso. Mantiene un ritmo de giro, de 28 días; provoca efectos sobre los mares haciendo crecer el oleaje; y es admirada por gran parte de los habitantes del planeta. Algunos sueñan con ir a ella; otros, enamorados, la ofrecen de regalo a sus amantes; otros ocupan su luz para guiarse de noche; y los hay más científicos que solo la aprecian como satélite. Están aquellos que, incluso, quieren conquistarla y colonizarla, y crear un/el nuevo mundo en ella. (A mí me gustaría experimentar la sensación de ausencia de la fuerza de gravedad…)


Me pregunto si lo que admiramos de la luna es lo que se ve, o su cara oculta: ese misterio que intriga y cuyo develar se nos vuelve atractivo, eso que se vuelve sugerente y seductor para la imaginación. Algo así como las películas de suspenso, en las que lo que nos mantiene expectantes se encuentra en lo que está por descubrirse; o las de índole sexual/erótico, sugestivas en lo implícito.


Y si la luna fuera una persona, ¿qué características serían aquellas que están a la vista? ¿Cuáles mantiene en secreto? ¿Por qué?


Pienso en todos los seres que habitamos el mundo, en distintos lares, culturas, espacios geográficos, niveles de desarrollo económico y social… pero que, al igual que la luna, mantenemos una cara oculta. Esto no significa que la faceta que mostremos sea falsa y no refleje lo que somos. Pero sí que, una parte de nosotros, la mantenemos bajo resguardo. Dependiendo de cada persona, y también de cada espacio cultural, suele ocurrir que el lado escondido llega a ser más grande que el que se ve.


Por miedo: a ser juzgados, rechazados, desvalorados, o simplemente no queridos, no amados, o no apreciados. Todos tenemos algún miedo escondido, que se gestó cuando éramos niños/as o adolescentes y que en aquel momento no pensamos cuánto nos determinaría; o tal vez nació en vidas pasadas que no recordamos... Como sea, lo mantenemos bajo la alfombra de la piel que nos cubre, para protegernos del daño que pueda hacernos el entorno.


Por dolor: a volver a vivir y sentir algo ocurrido en nuestro pasado, y cuya experiencia no hemos superado del todo. Pienso en relaciones dolorosas, que optamos por no contar, ya que en su relato es una forma de personificarla otra vez. Puede que sea one story in our life o the history of our life.


Por pudor o timidez: sentirnos inseguros o poco dignos de alguna característica que poseemos, que preferimos que no sea visible.  A veces, incluso, llegamos a esconderla tan bien detrás de otra, que pareciera no existir.


Detrás de una fuerte coraza de seguridad, es muy probable que se escabulla una alta falta de confianza en sí mismo;


Más allá de una risa abundante, es posible que se aloje una profunda tristeza;


Atravesando una mirada seria y dura, existe un alma sensible y vulnerable que teme ser develada.


No dejamos que nada de eso se filtre entre las rendijas de la mirada que refleja al corazón.


Podemos tener algún sueño que no expresamos, tal vez a los demás les parezca ridículo o incomprendido, y nos acomoda más mantenerlo solo para el ser soñador que habita en nuestro interior; o un amor inconfesable; o un temor inadmisible. También están los talentos ocultos, esos que solo entregamos a algunos el privilegio de espectarlos.


En las interacciones humanas, afortunadamente se generan espacios donde la confianza permite mostrar nuestras aristas menos ventajosas pero, aun así, mantenemos una parte importante de ellas en la oscuridad. ¡Y con todo derecho! Cada quien es dueño de su propia privacidad e intimidad.


¿Será que solo mostramos nuestra mejor faceta, esa que será la más preciada por quienes nos rodean? ¿Será que la luna muestra su mejor faz?


No es extraño contar con alguna creencia religiosa, identidad sexual o de género, una ideología política, o simplemente una postura/forma de vida, que creemos/sentimos mejor no develar, ya sea para no enfrentar los juicios infundados del entorno – que no conocen nuestra historia de vida – o bien para mantener la apariencia de lo que éste cree que somos.


¡Ah, las apariencias! Qué incómoda y poco genuina vestimenta. Ojalá pudiésemos encontrar una armonía entre lo que somos y lo que aparentamos. Pero qué difícil se vuelve esto en sociedades modernas y complejas, con altas expectativas de roles y de los atuendos que estos conllevan. Hay culturas, como la de Chile, donde la apariencia es valorada en demasía pero, a qué costo para quien la viste: fingir que tenemos cosas materiales que en realidad no poseemos; hacer ver que disfrutamos de cosas que no gozamos; hacer creer que sabemos más de algún tema, cuando en verdad nos encontramos en constante aprendizaje; simular que algo nos hace reír, cuando lo cierto es que nos parece ofensivo / discriminatorio / irrespetuoso / etc.


Hay otras culturas en las cuales el lado oculto es muy deseado e, incluso, es un deber ser. Pienso en los países europeos / nórdicos, donde el entorno laboral – por ejemplo – no deja espacio para el aspecto personal y emocional (como que el ser pudiera disgregarse). Es más, en círculos amistosos, los temas a compartir son más acotados. Recuerdo el episodio de una amiga oriunda chilena, que decidió hace dos décadas ir a vivir a Francia, y a cuyas incipientes amigas francesas osó relatar una anécdota del ámbito íntimo ocurrido con su esposo, “y me miraron con cara de espanto y de sorpresa por revelar algo no adecuado a ese espacio. ¡Por eso las extraño a ustedes! (sus amigas chilenas)” nos dice en una visita a Chile, con nostalgia de mostrarse más a sí misma. Claro está que, en otras culturas como la latina, estos límites se encuentran más desdibujados, en todo ámbito.


En parte, admiro a la luna, por bailar con tanta gracia frente a su planeta, con una eterna exposición parcial. Pero, por otro lado, empatizo con ella y dejo espacio a la duda de su faceta oculta, no por saber qué hay en ésta, sino por el motivo por el cual nunca le quite el velo. Y si fuera una persona, ¿se siente cómoda mostrando solo ese perfil? ¿o es que desea más confianza para des-cubrir su ser?