Esta es una reflexión sobre la muerte y su infinito enigma, gatillada en momentos de duelo. Con cariño, para todos quienes han visto partir a personas queridas. - Febrero 2022.
El 15 de noviembre 2021, falleció una tía muy cercana y muy querida. La mayor de tres hermanas – las tres gracias -. La menor de ellas es mi mamá. Fue una muerte abrupta, inesperada, que irrumpió en su sueño… sin amanecer. Sin despertar. No tenía COVID, ni otra enfermedad declarada, y su edad, muy por debajo de la esperanza de vida. Simplemente, un día partió. Y si bien todas las partidas son dolorosas, el hecho de ser sorpresivas las hace devastadoras, desgarradoras.
Durante los días más cercanos a aquel día, me preguntaban cómo estaban las hermanas, los hijos, la familia, y la respuesta era:
“Recomponiéndonos. Es como que la persona que se va, algo se lleva de nosotros”.
Una de las teorías psicológicas del duelo plantea que, quien lo vive con mucho dolor, se fragmenta: ¿cómo explica el cerebro, que sabe de la partida, a la emoción, lo que esto significa? ¿Cómo asimilar ambos procesos, pudiendo regularnos y volver a nuestro centro? ¿Cuál es el camino de regreso a mí, y a mi entorno? ¿Cómo vuelvo a ser el/la que era, cuando estaba esa persona que partió? ¿Cómo volver a reunir los pedazos del alma en duelo, disociados y fragmentados?
Pero lo que se llevan no siempre es algo positivo como nuestra alegría o las ganas de vivir. A veces se presentan rencillas que dividen, alejan, y el que parte, pareciera que se la llevara. O la rutina, que a ratos aísla los diversos fragmentos de familia, que algún día se dispersaron, de pronto se fusionan otra vez.
Pero, además de llevarse una parte de nuestro ser, me pregunto: a dónde se lo llevan. A dónde se van. Dónde estarán. Como dice la canción de Silvio Rodríguez: ¿A dónde van las palabras que no se quedaron? ¿A dónde van las miradas que un día partieron? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? ¿Acaso se van? ¿Y a dónde van? ¿A dónde van?
Y en todas las reuniones familiares que hemos realizado, pensamos y sentimos que ahí está ella, junto a mis abuelos. Pero, nuevamente: dónde están.
Uno de los cuentos de mis hijos, que intenta explicar la muerte a los más pequeños, dice que las personas que fallecen se van a nuestro corazón, a ese lugar calentito en el cual nunca las olvidaremos. No obstante, esa explicación no me es suficiente. Por cierto, a mi hijo de siete años ya tampoco lo persuade como cuando era menor, ya que los seres queridos están siempre en nuestro corazón, cuando no están físicamente aquí, pero también cuando aún lo están.
En otro sentido, distintas religiones han intentado dar respuesta a esta interrogante:
Los cristianos esperan una mejor vida, aquella vida verdadera, junto a Dios. Esto en caso de merecerlo y ser dignos de compartir su lugar, es decir, el cielo. De lo contrario, nos vamos a un lugar poco acogedor, el infierno, para quienes no hicieron el bien en esta vida.
Los judíos aún esperan la llegada del mesías, quien establecerá una vida sagrada y, con él, resucitarán diversos fallecidos. Me parece interesante mencionar, además, que cuando el ser fallece, el alma permanece un tiempo en el cuerpo inerte, generando con ello un espacio de tiempo para su separación y ascenso al cielo. De ahí que la lápida, en su tumba, solo sea expuesta once meses después de su ida.
Los budistas aspiran a la iluminación del ser a través de una reencarnación tras otra. En cada vida, hay una mente y un cuerpo que guardan karmas – una energía trascendente que se produce a partir de los actos - y que estos persisten vida tras vida, mientras no se resuelvan, transmutando y delineando cada una de ellas. Esas situaciones que sentimos se nos repiten y nos persiguen, sin entender por qué.
Los ateos, por su lado, no cuentan con una vía unánime de ver la muerte. Tampoco hay acuerdo en que el alma fallezca con el cuerpo. Pero en ningún caso existe un juicio divino ni la intermediación de algún Dios. Aun así, en esta corriente, existen “sistemas de vida después de la muerte”, y uno de ellos es la permanencia a través del recuerdo. La muerte no existe mientras alguien nos recuerde en la Tierra, diría la película mexicana Coco. Igualmente, el alma puede volver a nacer en otra dimensión o incluso en diversas reencarnaciones.
Asimismo, a diferencia de lo que estamos acostumbrados, diversas culturas celebran la muerte – en lugar de llorarla -, con la premisa de acompañar al muerto a su paso al más allá, y poder así amenizarle su camino hacia ese nuevo lugar.
Cual sea la visión que adoptemos de la muerte,
¿Será que volvemos a ser algo, o alguien, y nuestra finitud humana no nos permite recordar que estuvimos aquí antes?
¿Será que nos desplazamos en el tiempo – nuestra alma en distintos cuerpos - hacia el futuro o hacia el pasado?
¿Será que hoy nosotros somos la reencarnación de vidas que fueron antaño? ¿Por eso, acaso, esa sensación de haber estado en algún lugar, y conocer desde antes a algunas personas, pero no lo recordamos?
¿O será simplemente que somos cuerpos finitos y fútiles, cuyas almas mueren al morir el cuerpo? ¿Sin antes, y sin después? Personalmente, no lo creo.
Me sorprende que la humanidad haya hecho tan importantes descubrimientos, creaciones y avances industriales y tecnológicos, e incluso fuera de este mundo… pero nada sobre lo que hay después de la vida. De esta vida. De la que somos capaces de ver y tocar.
Todas las noches, al acostarme, siento a mi tía muy presente. Le hablo, y la escucho, tan claro, que no podría creer que la muerte sea un dejar de existir. Sino solo un estar en distintas dimensiones.
¿Será que ellos también quieren comunicarse con nosotros, y nuestra forma de ser en este mundo no nos permite escucharlos y comunicarnos con ellos?
¿Será que se manifiestan a través de aromas intensos al pasar por lugares cotidianos
En sonidos lejanos que hacen eco en nuestros oídos
O se personifican a través de sueños por las noches
¿Será que se esconden detrás del ímpetu por realizar proyectos postergados o abortados?
Tras el vuelo de una mariposa que se posa en nuestro hombro sin que la percibamos
Detrás de las figuras que dibujan las nubes
En los déja vu, aquellas imágenes que vemos que vimos, que vimos y vemos
¿Será que llegamos tal como dejamos esta vida, con la misma edad, aspecto físico, nombre, o transmutamos en otro ser?
Y ¿van todas esas almas a un mismo lugar? ¿Será que nos volvemos a encontrar con todos aquellos que un día partieron?
¿Efectivamente nos ven, nos cuidan, y están junto a nosotros, así como lo sentimos?
¿O será esta solo una necesidad de los que seguimos aquí, y que no encontramos consuelo a esa ausencia?
Con la partida de mi tía, veo que una de las cosas más difíciles de crecer es ver y aceptar que las personas van falleciendo. Por cierto, a pesar de llevar dos años de pandemia, no solo veo muertes por COVID y enfermedades crónicas, sino múltiples muertes intempestivas.
De pronto, luego de todas estas interrogantes, cuánto me gustaría poder ir a la muerte y al instante regresar.
Cuánto me gustaría que nos pudieran preguntar “cómo está tu tía” y poder responder, con certeza, “muy bien, está en… [determinado lugar y determinado tiempo]”
Saber qué es eso que llamamos muerte, cómo es
Y ver si están allí todos aquellos seres que ya no están aquí.
Dados todos estos enigmas sin respuestas, todas las visiones y creencias sobre lo que sigue – o no sigue – después de la muerte, son válidas. Y son necesarias. Porque la angustia de ese no saber, puede llegar a ser estridente. Y tener una firme convicción sobre aquello que la ciencia desconoce, sin duda ayuda a vivir el duelo, en sus distintas etapas, hasta incorporar a nuestra vida acá, la partida de aquel ser a un allá.
Marcela Aracena
02.03.2022 19:49
Gracias por permitirne acercar a temas que a diario no lo tenemos consciente. Sin embargo con la partida de mi papa y del papa de mis hijos estoy segura que ellos nos acompañan siempre.
Jennifer
15.02.2022 19:08
Karin que paradójica es la muerte y que bella tu reflexión. Gracias por tus palabras y abrir otro pedacito en mi mente sobre lo único que tenemos seguro en esta vida.
Javiera Herrera
14.02.2022 14:46
Karin hermosa, me remeciste con tus palabras y reflexión. La muerte es un enigma y una certeza, nos hace sentir ignorantes, indefensos, vulnerables, pequeñitos. El duelo también lo es.
Comentarios recientes
23.09 | 01:53
Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍
Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!
23.09 | 01:38
23.09 | 01:01
Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!
Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!
22.09 | 23:36
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El Diario de Karin
Escritos de Karin Froimovich, un Trayecto, un Camino