¿A quién no le ha ocurrido tener que pasar un rato con alguien con quien no hay ningún tema en común, y con quien solo se genera un silencio incómodo? ¿Quién no ha tenido que establecer una conversación con un colega con el cual no existe ninguna afinidad? ¿O ir en un taxi, o colectivo, en pleno tráfico, y cuyo único ruido es el de la ciudad y, a la vez, el espacio vacío entre las personas? Y pareciera que nada las une y el silencio aplasta. Peor aún es que, no hay posibilidad de dejar de estar con esa persona por un lapso de tiempo.
Te tengo una buena noticia: siempre hay algo que los puede hacer romper ese mudo momento tenso. Siempre hay algún tema que une.
–Pero cómo, si hay gente con la cual no hay de qué hablar.
Sí que lo hay. Yo también he estado en situaciones en que, aparentemente, el único lazo es el silencio, y he descubierto temas que pueden mantenernos en diálogo, incluso enlazarnos, al menos por un rato. Dado que esos espacios son igual de comunes que de incómodos, merece la pena sistematizarlos aquí.
El tema que une por excelencia, es el clima. Hablar del tiempo es el comodín infalible. Comentar que ha hecho frío, o calor, que ha sido diferente a otros años, que no ha llovido nada, o que los cambios de temperatura son muy amplios durante el día y por eso nos enfermamos…, no solo nos acerca, sino que además nos permite compartir experiencias propias en torno a la temperatura del ambiente y sus efectos en la salud.
Si nos encontramos en un escenario donde debemos comer con otro, ya sea un almuerzo, una cena, un café, o el que sea - ¿te recordó alguna reunión con un compañero o un cliente, que era alguien que no hubieras precisamente elegido para acompañar tu momento de merienda? – un tema que puede establecer conversación es una receta de comida, o más simple, la forma de cocinar algo o de preparar algún plato:
–¡Está rico este arroz! Porque está bien graneado.
Si a ese comentario le “sigues la corriente”, te vas acercando a un tema que une:
–¡A mí nunca me queda bueno el arroz! Por más que sigo recetas y le pongo amor. Me queda apelmazado o quemado.
–¡Es que tiene su técnica! Lo primero es calentar bastante el aceite… Pones a sofreír las verduras, y también el arroz… Después que le pongas el agua, no tienes que revolverlo, porque se pega…
Y así, intercambiando formas en que nos resulta una preparación y cómo no queda una buena comida, describiendo y recorriendo de principio a fin el proceso de cocina, podemos cubrir un amplio rato que podría haber sido silencio.
También podemos unirnos en torno a lo que en Chile denominamos pelambre: hablar mal de un tercero a sus espaldas. Ambos sentimos resistencia y reticencia hacia otro, y ese sentimiento en común de hostilidad, nos une. Es atractivo, es tentador, está a la mano. Sin embargo, este tema no lo promuevo. Si bien une, lo hace de manera insana. Además, nunca tendremos la certeza si en algún momento futuro ese aliado actual con quien estamos “pelando” se acerque al “actual enemigo común” y el sujeto de pelambre seamos nosotros.
Otro tema que une son los programas de TV, la música, las películas, y en su versión actual y moderna, las series de las diversas plataformas existentes hoy. Pienso en los programas de TV que, por ejemplo, marcaron la infancia de una generación. Seguro que se te vienen varios nombres a la mente. Y aquí quisiera hacer zoom en uno de ellos: El chavo del 8. No solo marcó a una cohorte sino a varias, no solo a un país, sino a un continente completo. Me encanta que a las personas de la edad de mis papás (sesentones y setentones) les dices “Pa qué te digo que no si sí”, y entienden. “No hay de queso no más de papa”; “Eso eso eso eso…”, y todos entendemos. O aludir al profesor Jirafales cuando el Chavo dice algo indebido y en ese instante se produce un silencio – situación que a cualquiera nos puede ocurrir - ¡y todos los latinos entendemos! Pero más aún, visitar algún país de Latinoamérica, o relacionarlos de manera virtual con otro habitante de esta región, digamos algunas de estas expresiones o mencionemos a algunos de estos personajes, ¡y todos comprenden lo que nos referimos! Pese a las fronteras, las disputas políticas, las aversiones culturales, y a las diferencias generacionales, hay espacios televisivos que han sido los mismos, y que nos unen.
En el caso de los que somos padres y madres, otro tema que une son los hijos. Si son bebés o de corta edad, comentar que hemos dormido mal debido al sueño inestable de nuestro hijo. Y desde ahí, intercambiar experiencias, sentimientos, sensaciones, incluso temores, y también técnicas para que esto sea diferente. O al menos, empatizar: “mi hijo menor durmió entrecortado hasta después de cumplir un año. Recuerdo la noche en que la durmió completa, ¡y en la mañana mi cuerpo lo sabía!” Debo admitir que me resulta un tanto odioso cuando, en vez de que este tema sea excusa de conversación, se vuelve una suerte de competencia: “mi hijo hizo pataleta una vez, y nunca más”. Siempre me genera la duda de la veracidad de este tipo de afirmaciones. Pienso que, frecuentemente, hay una necesidad de aparentar y, desde mi perspectiva, creo que nos hace más humanos mostrarnos más vulnerables pero auténticos e identificarnos así en el otro y con el otro. Pese a ello, es un tema que nos aporta elementos en común a compartir.
Un tema que se transforma cada vez más en común con el envejecimiento, son los diversos dolores y malestares físicos, más conocidos como “achaques” o “el viejazo”:
–Amanecí con un dolor en la rodilla
–Tengo el hombro tomado
–La cadera la siento un poco dislocada.
Diversas dolencias que nos permiten identificarnos con el otro, a través de un mismo argumento.
Para los que amamos recorrer el mundo, los viajes o, mejor dicho, lugares visitados, también son un relevante tema que une, sobre todo en época estival o vacacional. Comentar dónde fuimos, qué atractivos visitamos, y que el otro responda “sí, yo conozco, he ido más de una vez porque me encanta” o bien “no he ido, pero tengo muchas ganas de ir, cuéntame cómo es”, sí que mantiene el vínculo. Este incluso puede extenderse si acordamos entregar algún dato específico a posteriori.
En países con desastres naturales como el nuestro, la vivencia de uno de ellos también es un tema que une. A pesar de que han transcurrido doce años desde el último gran terremoto (Febrero del año 2010), aún podemos entablar largas conversaciones en torno a cómo experimentamos esos 3 minutos y 35 segundos, incluso reviviendo lo que entonces sentimos.
Este también es el caso de la pandemia del covid19. Pese a lo complejo de estos ya tres años, nunca habíamos estado tan conectados entre espacios transfronterizos, y teniendo un tema tan en boga como la pandemia para comenzar a relacionarnos. Personalmente, nunca había sentido que un solo tema fuera común al mundo cotidiano completo. Además, considerando que esta ocurrió en época de globalización donde podemos conectarnos fácilmente a través de una pantalla con alguien que esté al otro lado del mundo, esta crisis sanitaria nos ha regalado una excusa de conversación con personas de diferentes países, continentes, culturas y, por qué no, distintas formas de ser y diversos intereses.
Mención especial merecen la política, el fútbol, y la religión. Se suele decir que, para evitar discusiones, no hablemos de ninguno de estos tres temas. Sin embargo, así como pueden separar, ¡cuánto también pueden unir! Imaginemos a personas con una misma experiencia de vida, dada por un contexto político, y que se conocen décadas después de ese contexto: esa experiencia común puede enlazarlos fuertemente. Lo mismo la religión: pensar en deidades, o en la ausencia de ellas, de maneras diferentes, y confrontar estas opiniones sin respeto de por medio, puede alejar. Pero si conocemos a alguien con una misma creencia o similar a la nuestra, y más aún cuando se trata de religiones con historia, sí que es un tema que une. Y el fútbol, recuerdo uno de mis primeros años en el sector público, en que presencié el amistoso diálogo, una mañana de un lunes, de un subsecretario con un estafeta, donde este último se burlaba de la autoridad, en términos jocosos, porque su equipo había perdido. Y pensé que probablemente entre esos dos hombres poco o nada había en común, no obstante, el fútbol los unía, permitiendo, además, invertir la relación de poder.
Temas como estos hay muchos más de los que aquí menciono. Ciertamente, se te han ocurrido otros en el transcurso de la lectura. No menospreciemos esos temas que a, primera apariencia, son mundanos, ya que pueden cumplir la función de relacionarnos con alguien con quien existe poca o nula experiencia compartida, no tenemos el mismo mundo de la vida, diría Habermas desde la teoría sociológica.
En paralelo, hay personas con las cuales no necesitamos buscar temas que nos acerquen, porque el vínculo se genera de manera natural, ya sea por personalidad, por lo que comúnmente llamamos química, o también porque son amistades sobrevivientes al pasar de los años y que, al vernos, pareciera que el tiempo no pasara, “como si nos hubiéramos visto ayer”. Pero hay otros seres con los cuales no nos es fácil comunicarnos, pero en algún momento o circunstancia nos vemos obligados a hacerlo.
Aun así, los temas no unen por sí solos: siempre debe haber la intención y voluntad de los interlocutores para que esta unión se produzca. Es decir, por más que tengamos temas en común a mano, si no queremos dialogar, ningún tema lo hará por nosotros.
Con este texto, mi intención no es generar, estrechar, ni menos forzar, lazos inexistentes, o en los que simplemente no tenemos interés. Somos seres diferentes, cuyas unicidades deben respetarse y, no hay motivo para ser amigos de todos ni entre todos. De todas formas, para esos momentos en que debemos pasar un rato con una persona con la cual no hay ganas de vincularnos, es práctico, para “romper el hielo”, contar con el artilugio de un tema que une.
Febrero 2023
El Diario de Karin
Escritos de Karin Froimovich, un Trayecto, un Camino