Esta columna fue creada en profunda cuarentena del invierno 2020. A pesar de que ya llegó la primavera, la comparto hoy 24 de septiembre 2020.
Hace algunos días llovió en Santiago, y no fue “una gotita, una sola gota” como dice la canción. Durante la noche podía escuchar desde mi ventana como el agua caía sobre los autitos de mis niños, repiqueteando los techos, deslizándose por los pilares y resbalándose por las superficies sólidas hasta llegar al suelo, al pavimento. A otros sólidos.
Recordé entonces las características de los líquidos: se escurren, se escapan, divagan y se difuminan a través de otros elementos como la tierra, el metal, el plástico, la madera. No se sostienen por sí mismos, trascendiendo el tiempo y el lugar ni sustentarse más allá de ellos, como lo son los sólidos.
A fines del siglo XX y principios del XXI, el gran sociólogo y pensador Zygmunt Bauman acuñó el término y la cualidad de líquido para la sociedad moderna y a lo que caracteriza su vivencia. “La vida líquida fluye o se desliza lenta y pesadamente de un desafío a otro y de un episodio a otro, y el hábito familiar a todos esos desafíos y episodios es el de su tendencia a ser efímeros”, sostiene en su libro El Miedo Líquido, afirmando que la modernidad traía explícita consigo la promesa “no más miedos” ya que estos el hombre moderno puede controlarlos.
Este libro fue el primero que leí del Profesor Bauman, y lo comencé posterior al estallido social. En ese momento pensé que ese ferviente despertar social era el apogeo del concepto de líquido en la sociedad moderna chilena: el Chile construido hasta entonces se deslizaba lenta y pesadamente de un desafío a otro y de un episodio a otro, líquido y efímero, y de ser algo sólido lo era solo para unos pocos, pudiesen decir los líderes del estallido. Para la gran mayoría, las certezas se desvanecen, el dinero se escurre de los bolsillos, y el frío se cuela por las planchas de cholguán. “El jaguar de Latinoamérica” también es líquido, y gatilló este malestar social, aún inconcluso.
Pero pasados unos meses, apareció otro fenómeno que me pareció aún más “líquido” que el episodio del 18 O: la pandemia del COVID 19, demostrándonos que también la salud es líquida. Los avances modernos de la medicina y la tecnología, que habían reducido la liquidez de la vida en medidas gigantescas, alargándola a más de un siglo en algunos afortunados, también es efímera e incontrolable.
Profesor, cuánto anhelo haber podido leer lo que hubiera escrito sobre este anodino fenómeno pandémico en el siglo XXI, cuando las mayores causas de muerte y el mayor desafío a la medicina ya no eran los virus transmitidos entre los mismos humanos debido, en parte, a la vivencia comunitaria, sino las enfermedades que se generan individualmente, como los cánceres y accidentes cardiovasculares.
Sueño con una mañana de domingo del año 2021 en que, al abrir la sección cultural del Diario, me encuentre con su último libro: “La pandemia líquida”. Pensar que usted se fue solo unos años antes de que el Coronavirus coronara el mundo y se apoderara de él.
Y sueño no solo con lo que anticipo hubiera escrito: que esta pandemia 2020 viene a evidenciar que la sociedad moderna no cuenta con una salud tan sólida como lo prometió la transición epidemiológica. Sueño con que la pandemia, en sí misma, sea líquida: que el brote, el contagio, el virus, sean líquidos y se distribuyan por la tierra sin forma determinada, se nos escurran entre los dedos, entre las manos, por el cuerpo, por todos los cuerpos, hasta que se evapore.
Pero que las lecciones de esta crisis sanitaria no sean líquidas, no se evaporen ni se difuminen, sino que adquieran la calidad de los sólidos y trasciendan en el tiempo, más allá del que dure la pandemia. Que aprendamos que no poseemos el control del mundo como nos ha hecho creer el racionalismo. Que la humanidad, y su paso por la tierra, es líquido y se desvanece. Que lo único sólido y que se mantiene a través de los siglos y los espacios, es la humanidad líquida. Como la lluvia que efímeramente vemos caer, pasar, diluirse, y desvanecerse.
Comentarios recientes
23.09 | 01:53
Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍
Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!
23.09 | 01:38
23.09 | 01:01
Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!
Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!
22.09 | 23:36
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El Diario de Karin
Escritos de Karin Froimovich, un Trayecto, un Camino