En recuerdo de mis abuelos y de las cenas familiares en torno a la tradición. "Hoy vienen a mis recuerdos las múltiples cenas en familia, en que celebrábamos la libertad obtenida hace muchos siglos, sin saber que hoy desearíamos celebrar la nuestra. En este sábado de Pesaj 2021, en que no debemos celebrar en conjunto porque la salud de cada uno de nosotros corre más riesgo, cuánto extraño esa libertad de reunión, de celebración, y de conmemoración" - 28 de marzo 2021.
Ayer fue el primer día de Pesaj del año 2021 del calendario romano, y del año 5781 del calendario judío. Pesaj es una de las fiestas judías más importantes, que celebra la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, cerca de mil años antes de Cristo. Nunca he sabido claramente por qué es una de las más importantes, pero tiendo a pensar que por el hecho de conmemorar la independencia humana de este pueblo.
Pero este es un Pesaj diferente, porque no podemos estar juntos físicamente. Y la nostalgia de esos encuentros invade la cuarentena. Cuarentena que se asoma, por segunda vez, aún más lúgubre que el año 2020. Parafraseando la canción de Los Prisioneros, recuerdo cuando dije que este invierno sería menos frío / menos difícil / menos pandémico / más sano / más normal que el anterior, y aquí estamos, con más contagios que el año 2020, con la pandemia aún más intensa, y nuevamente confinados.
Hoy, acecha la nostalgia, porque hoy hubiéramos estado todos reunidos en torno a la mesa de mis abuelos maternos, que siempre nos acogía con abundante comida, como es tradición en las familias judías. Después de su partida, la fiesta siguió haciéndose en torno a la mesa de mis tíos. Siempre juntos.
Las imágenes familiares se agolpan en mi memoria como fotografías antiguas que caen de un armario. Cómo olvidar:
El kuchen de frambuesa con crema pastelera, “el clásico” de mi abuelita;
El pavo con puré de manzana;
Los guefeltefish;
El jugo de uva natural, y el vino dulce.
Cuando éramos tan libres de contraer coronavirus o alguna otra enfermedad transmisible, y no lo sabíamos. Eran buenos tiempos, y tampoco lo sabíamos. Porque el valor de las cosas generalmente, y lamentablemente, se devela cuando aparece su contracara, en este caso las amplias reuniones familiares, y hoy el otro lado de la moneda, el confinamiento: todos y cada uno en su morada, viéndose, tal vez, a través de una pantalla.
La melancolía se acentúa en este sábado de otoño por la tarde, del año 2021, en que el COVID no da señas de difuminarse, y el miedo y la angustia de que la cuarentena se instale por todo el invierno, una vez más, tornándolo frío y gris, otra vez, como en 2020. Conocer el escenario no necesariamente disminuye la ansiedad, incluso, la incertidumbre la enciende.
En esta misma época, el año pasado, cuando la pandemia llevaba pocas semanas instalada en nuestro país, recuerdo haber dicho “Que vuelvan los besos, los abrazos, los encuentros piel a piel. Y cuando llegue ese momento, hagamos una fiesta pero de verdad, sin fronteras, sin límites. Celebremos que podemos estar juntos, como la humanidad lo merece”, aludiendo al concepto sociológico de la fiesta.
Hoy, después de que ha transcurrido más de un año de pandemia, que nos sumergimos en la segunda ola y, por consecuencia, en una nueva cuarentena, pienso en aquella libertad que los humanos ameritamos y necesitamos:
De vernos,
Tocarnos,
Abrazarnos,
Acariciarnos,
Besarnos,
Sentarnos apretados en la mesa, solo limitados por el número de puestos que esta permitiera. Porque donde cabían 10, cabían 11; donde cabían 20, cabían 21; donde cabían n cabían n más uno, diría la fórmula matemática.
De sentarnos juntos para la cena, todas las personas que deseábamos estar presente, sin limitaciones de aforo por cuidado al contagio.
Y la libertad de no hacerlo, de elegir no participar de alguna de estas acciones, solo por preferencia personal, y no por un vector externo transmisible.
Hoy vienen a mis recuerdos las múltiples cenas en familia, en que celebrábamos la libertad obtenida hace muchos siglos, sin saber que hoy desearíamos celebrar la nuestra.
Hoy hago honor a cuántas libertades: la de reunirnos, la de expresarnos, la de elegir.
En este sábado de Pesaj 2021, en que no debemos celebrar en conjunto porque la salud de cada uno de nosotros corre más riesgo, cuánto extraño esa libertad de reunión, de celebración, y de conmemoración. Miro a mis hijos y a mi marido, escucho tango como lo hacía mi abuelito y oigo el incipiente silbido de mi hijo que resuena como un pajarito al amanecer, recibo mensajes de felicidades por esta festividad, e imagino estar preparándonos para ir donde mis abuelitos. ¡Cuán felices hubieran estado con los nietos! Mis hijos y los de primos. Cierro los ojos, y veo esa unión de generaciones no contemporáneas, pero con las mismas miradas y la misma alegría.
En aquellas instancias, yo solía leer alguna reflexión como esta, en un sentido laico a lo que era la festividad religiosa. Mi mensaje generalmente se centraba en honrar a nuestros antepasados, las luchas que habían dado, y la libertad de la que hoy gozábamos y debíamos agradecerles a ellos, y cuyo mejor agradecimiento era usar esa libertad con sensatez.
Por todo esto, cuando la pandemia haya pasado, espero poder sentarnos nuevamente juntos alrededor de la misma mesa, y celebrar que somos libres, tanto de la esclavitud, del coronavirus, y de elegir.
Eduardo Talesnik
11.04.2021 16:16
Karin, excelente columna. Pesaj es la fiesta de la libertad tanto desde la visión religiosa como laica. Siempre se añoran las reuniones familiares.
Marcela
31.03.2021 21:02
Gracias por compartir tu vivencia familiar. La nuestra es similar donde se goza la alegría de estar juntos y siempre una conversación de como hacer un mundo mejor para
nuestras familias.
Luna
28.03.2021 22:42
Que bello y certera reflexion. Rememora recuerdos guardados como un tesoro. La vida en familia amplia o extendida. Como.nos gusta. Como nuesyros abuelos y padres. Seguire luchando por la libertad.
Raul
28.03.2021 18:26
Muy bonita reflexión Karin, sin yo ser judío, me rememora la unión de la familia y amigos como nucleo esencial de la experiencia de vivir.
Lea
28.03.2021 17:15
Cuán cierto tu escrito Karin! Me emocionó mucho y sin duda se agolparon los recuerdos en mi mente! Paradojalmente celebramos la fiesta de la libertad pero 'sin tenerla' es muy raro.
Comentarios recientes
23.09 | 01:53
Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍
Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!
23.09 | 01:38
23.09 | 01:01
Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!
Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!
22.09 | 23:36
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El Diario de Karin
Escritos de Karin Froimovich, un Trayecto, un Camino