Lucir las cicatrices

¿Lucir las cicatrices? Sí, luce su cicatriz. No es un defecto. No es una mancha. No es un error. No la oculta. La luce. Porque es la huella de una batalla ganada. ¡Qué batalla, una guerra! ¡De la vida contra la muerte! 19 de noviembre 2020.

Una calurosa mañana de primavera, en que vestía polera escotada sin manga, se mostraba, erguida y estoica, su cicatriz en el pecho. Esa que llevaba consigo desde que nació, o desde que renació. No es que haya llegado al mundo con ella, pero es como que lo fuera, porque fue operada días después de nacer. Si no hubiera sido así, si no hubiese sido por aquella exitosa intervención quirúrgica, con el corazón literalmente abierto, y que dejó esa cicatriz como huella, no estaría hoy luciéndola cada primavera de días soleados y estivales.

¿Lucirla? Sí, luce su cicatriz. No es un defecto. No es una mancha. No es un error. No la oculta. La luce. Porque es la huella de una batalla ganada. ¡Qué batalla, una guerra! ¡De la vida contra la muerte!

Porque una vez, cuando era adolescente, un médico cardiólogo le dijo “la vida nos hizo un gallito contigo, y nosotros le ganamos”. ¡Qué responsabilidad frente a su presente le significó ese comentario!

El día en que contrajo matrimonio, vestía un escotado vestido blanco que dejaba sus hombros al descubierto, a los costados del pecho, alrededor de la cicatriz. Mientras se colocaba colorete en sus mejillas, la maquilladora le preguntó si tapaba, o al menos disimulaba, su cicatriz con el maquillaje, a lo cual ella, sin pensar, respondió certeramente que no. La maquilladora se sorprendió de su negativa, sin entender por qué, si a sus ojos, manchaba su terso pecho. Pero en ese momento, no se dijo más. Durante la fiesta, su madre se refirió a la enorme dificultad y angustiosa incertidumbre vivida en sus primeros años de vida, “en donde no sabíamos cuánto tiempo estarías viva, ni con qué calidad de vida”, y el orgullo que sentía ese día al verla casándose, habiendo cumplido múltiples metas durante su vida, “luciendo siempre tu cicatriz”. Después de escuchar esas palabras, la maquilladora le comentó que solo ahí comprendió por qué no quería que aplicara maquillaje a su cicatriz. Y ella misma solo lo entendió luego de ese comentario.

Si bien creció algo sobreprotegida, por el temor de sus padres de que, una mañana cualquiera, no despertara porque su corazón reconstituido dejara de funcionar, con el paso de los años aprendió a conocerlo, sus verdaderas capacidades y sus límites reales, no aquellos determinados por el miedo, muy válido y respetable, por cierto. ¿Cómo no entender el miedo de una madre o un padre a que su hijo o hija deje de respirar por algún mal movimiento o, peor aún, un movimiento extremo?

Porque ella también temió que sus hijos portaran una cardiopatía congénita. “Tienen solo 5 a 6% de posibilidades de que traigan una cardiopatía”, le dijo su cardiólogo, “pero yo tenía un 1% de posibilidades y la tengo igual”, contestó ella. Pero con la gran diferencia que sus hijos se gestaron en la segunda década del siglo 21, donde los avances médicos y tecnológicos se encontraban ampliamente avanzados y, en caso de haber traído una malformación al corazón, esto lo hubiera sabido antes de que ellos nacieran, haciendo que las intervenciones fuesen con mayor conocimiento, más control, y más seguras.

Esa calurosa mañana primaveral, su hijo mayor le preguntó, por primera vez, “¿por qué tienes esa rayita ahí?”. Y ella, orgullosa, le explicó “porque cuando nací, mi corazón estaba al revés dentro de mi cuerpo, entonces no podía respirar. Y los doctores me tuvieron que operar, me lo tuvieron que arreglar porque no funcionaba bien. Y cuando terminaron ese arreglo, quedó esa rayita, que es una cicatriz”. Él, con la lógica de un niño, pareció entender, ya que no replicó con otra pregunta.

Si las cicatrices no son una marca de lucha, ¿por qué nos gusta hacernos tatuajes? ¿por qué buscamos generar líneas externas a nuestra naturaleza, que las vean los demás, y que nunca se borren? Ha habido episodios en la historia mundial en que grupos de personas han sido tatuadas por otras a modo de tortura y exterminio. Frente a la pregunta de su hijo, pensó en aquellos que fueron tatuados de manera forzada, pero sobrevivieron a esos horrores. Sin embargo, hoy no lucen esos tatuajes, porque el dolor que esa marca les generó en el alma, ha sido insuperable a lo largo de la vida, a diferencia de la cicatriz por la vida que hoy notó su hijo y que ella, con gran felicidad, explicó su origen. Pienso específicamente en la protagonista del libro Los Amantes de Praga, de Alyson Richman, cuando su hija, a los 5 años, le hace la tan temida pregunta: “mamá, ¿por qué tienes esos números en la muñeca?”, y ella, buscando rápidamente un subterfugio para no entrar en el dolor de la respuesta que aludía al paso por Auschwitz, le dice “porque de pequeña siempre me perdía, entonces mis padres me dibujaron estos números para que fuese más fácil encontrarme”. ¡Qué alivio y regocijo le produjo sentir la tranquilidad de poder entregar una respuesta tan diferente respecto a su cicatriz en el pecho, tan propia, tan suya! Tan bella y estética.

La sociedad alaba patrones de belleza en la perfección del físico, pero, ¿no tiene acaso más belleza la fuerza de la lucha y la supervivencia ante y por la vida? ¿No tiene acaso más valor lucir una cicatriz que representa una batalla ganada, que representa la fuerza interior? ¿Qué batalla has ganado tú, qué cicatriz puedes lucir?

Por eso, cuando sus hijos nacieron, afortunadamente, sin una malformación en su corazón, deseó que pudieran contar con la fuerza única de un cardiópata congénito.

Comentarios

Pamela Venegas

09.04.2021 00:34

La verdad al principio no me gustaba pero después hablando con mis amistades empeze a ocupar escotes, porque realmente la veo como mi medalla de la vida, y dar gracias por respirar cada día.

p.uriarte

16.01.2021 20:17

llamativos, ¿provocadores?
Que mejor que lucir TU cicatriz?
tu triunfo personal, tu auto afirmación: pasé, pasamos con los me quieren, y estoy aquí. Es mi victoria¡¡¡

La autora

17.01.2021 16:01

Qué interesante reflexión! Muchas gracias!

P. Uriarte

16.01.2021 20:12

Karin:
Cuantos chicos con cardiopatías congénitas se avergüenzan de ellas y buscan, piden tatuarse para buscar identidad, defensa, presentarse al mundo, defenderse?? y eligen diseños ajenos, llamativ

La autora

17.01.2021 16:02

Justamente, nada de que avergonzarse y mucho de que enorgullecerse.

Comentarios recientes

23.09 | 01:53

Nada más "calentito" y acogedor que la lana 😍

Entonces se cumplió el objetivo del texto. Gracias Jeni!

23.09 | 01:38

23.09 | 01:01

Refugios... inspiradores, conectados con lo simple de la vida... Felicitaciones a la mejor!

Precioso escrito que me lleva a recordar mis refugios que tanto protejo. ¡Gracias!

22.09 | 23:36

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